Sarasvatï es la diosa del lenguaje, y de su descenso en palabras como un río inagotable y benéfico vamos a ocuparnos en estas páginas, pues ella resulta indispensable para cualquier testimonio sonoro o escrito del pensar o del conocer. El hombre practica de una manera natural y casi sin notarlo, dos niveles distintos de lenguaje, uno exterior, sonoro (o expresable en sonidos cuando se presenta escrito), y otro interior, silencioso, impensado, de origen profundo. Sobre esta distinción deberemos ocuparnos si queremos que nuestro entendimiento con lo índico y oriental en general se estreche en verdad por veredas comunes. La ciencia de occidente, tan desarrollada en cualquiera de sus facultades, sólo practica, en todas ellas, el lenguaje discursivo y articulado, propio de Sarasvatï, el que en ciertos círculos indos se denomina vaikharï, y cuando alguna rama de su cultura, por ejemplo, la teología mística, estudia por necesidad el significado del lenguaje inarticulado y profundo, llamado madhyamä en la India, hay una tendencia en los ámbitos científicos de occidente a examinarla como desvinculada de su núcleo cultural, al no resultar sus conclusiones enteramente asimilables por el análisis lógico y apodíctico. Sin embargo, en el seno de las culturas espirituales de oriente, este lenguaje es común a muchos como ciencia del yoga, o como algunas de las múltiples formas de satori, de meditación, o de Dhyäna contemplativa profunda.

 

Revista: SARASVATÏ